Por Julio Pernús, comunicación IPL
Laicos y jesuitas nos unimos hoy en una sola voz para afirmar que ¡vale la pena apostar por la nueva provincia Caribe! ¡Vale la pena arriesgarse a ir al encuentro con el otro! Quien no se arriesga, no gana. La espiritualidad ignaciana ha motivado siempre a sus protagonistas a ir adelante, sin perder el horizonte, porque es lo que nos hará dar pasos más profundos. Y el horizonte, es Dios.
Un sacerdote jesuita mayor que se encuentra en el asilo Manresa y un joven matrimonio cubano de la Comunidad de Vida Cristiana (CVX) decían que esta nueva provincia les recordaba el lema escogido para conmemorar los 500 años de la conversión de san Ignacio: “Ver nuevas todas las cosas en Cristo”.
La ignacianidad es compañía cuando está en camino, lo contrario es un dibujo de una ONG encerrada en sí misma. En la espiritualidad ignaciana la pluralidad es una riqueza. El paisaje del Caribe es distinto en cada lugar, su diversidad es más palpable que la de otras regiones de América Latina. Sin embargo, sus culturas y espiritualidades han estado históricamente entrelazadas.
El P. Martin Lenk, S.J. anunciaba a la familia ignaciana que el llamado con esta nueva provincia es a potenciar ese espíritu misionero que los jesuitas nos han transmitido, sabiendo que no debemos buscar lo más fácil, sino “ir a ese lugar donde sintamos, como cuerpo apostólico, que hay más demanda”. Y hoy, día de san Ignacio, cobra vigencia esa reflexión constante del P. Jorge Cela, S.J. afirmando que “la espiritualidad ignaciana es una invitación constante a encontrar juntos una nueva esperanza”.